Tuma Intendente

sábado, 18 de junio de 2011

FERNANDO LUGO ES UN SECTARIO, DICE ULTIMA HORA

Con los cambios, Lugo no apuesta a favor del país sino de sus intereses sectarios

El presidente Fernando Lugo cometió un error al cambiar a dos de sus mejores ministros, a instancias de pequeños grupos sin respaldo ciudadano que se aferran al poder y promueven su reelección. Con la medida adoptada, pone en riesgo la estabilidad política, el crecimiento y el desarrollo económico que pueden no traducirse en un reparto más equitativo de los ingresos nacionales. El jefe de Estado debe dejar de escuchar el canto de sirenas de aquellos que quieren utilizarlo como trampolín de sus propias ambiciones y ocuparse de hacer un buen gobierno para todos los paraguayos.

Los cambios de los ministros Efraín Alegre y Rafael Filizzola no sorprenden. Se veían venir por todos los costados. Desde que el presidente Fernando Lugo dejó fuera de su cargo al eficiente director de Aduanas Javier Contreras nadie que trabaje con eficiencia quedó exento del riesgo de ser defenestrado. La prueba palpable de ello es lo ya conocido por todos.

La "explicación" dada por el presidente no satisface, sobre todo porque revela una nueva incoherencia de su parte: él mismo, al no desmantelar la campaña a favor del cambio de la Constitución para presentarse a la reelección en el 2013, está propiciando su reelección.

Él aseguró una y otra vez que no está interesado en volver a ser presidente. Con la destitución de los dos ministros, a los que acusa de hacer proselitismo desde sus cargos y están en contra de su reelección, el presidente Lugo muestra su carta verdadera: todos los que se oponen al continuismo serán radiados como pide la izquierda, mientras él -para no caer en contradicción supuestamente- seguirá haciéndose el inocente. Es lo que se llama una postura ética de fachada.

Lo penoso para el Paraguay es que, una vez más, los intereses particulares se anteponen a los generales. Alegre y Filizzola -sin ser óptimas sus administraciones y aun reconociendo que la del primero tenía un inevitable sesgo proselitista por ser declarado implícitamente precandidato a la presidencia de la República- estaban haciendo un buen trabajo, contaban con una hoja de ruta, demostraban convicción a favor de los beneficios colectivos y no se les conoce deshonestidad en el manejo del dinero público.

Lo peligroso de la determinación es que, a nada más que a dos años de la finalización del Gobierno, Lugo decide poner en riesgo sus logros para dejar fuera a dos de los que hicieron aportes fundamentales para que se afiance su gestión. Si bien ambos dejan un programa a seguir, el perfil de los que vienen no ofrece la garantía de que continuarán con los planes trazados. Ojalá estemos equivocados y hagan todavía un mejor trabajo que sus antecesores.

Es más: atendiendo al proselitismo en el que supuestamente Lugo no está involucrado, lo más probable es que él tolere lo que ahora -a modo de "justificación"- censura en los que arroja a la calle. La perspectiva que se observa es que cada vez el jefe de Estado y su entorno irán cerrando aún más el círculo. No hay que descartar que se cumpla el vaticinio de que el ministro de Hacienda, Dionisio Borda, será el próximo desalojado del poder.

Con estas medidas y con dos liberales fuera del Ejecutivo -el primero fue Carlos Mateo Balmelli, de Itaipú, cuyo cargo es ocupado hoy por un referente afín al presidente Lugo-, la alianza gobernante tiende a pulverizarse. El proyecto es que el sector luguista se quede con la totalidad del poder a corto plazo.

El presidente Fernando Lugo tiene que acordarse de que con sus mentiras y dejando de lado a los capaces no irán adelante ni él ni el país. Lo que se demanda de él es un buen gobierno, con gente capaz y sin ser rehén de los que le tomaron el gusto al poder y lo manipulan para alcanzar sus fines.